Friday, March 13, 2015

80 años de la UAG


Estación de paso
80 años de la UAG
Adrián Acosta Silva
(Publicado en Campus Milenio, 12/03/2015)
http://www.campusmilenio.mx/index.php/template/opinion/estacion-de-paso/item/2688-80-anos-de-la-uag
El pasado 3 de marzo, la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG) cumplió 80 años de su fundación. Considerada como la más antigua universidad privada de México, la historia y expansión de esa institución revela la fuerza de las ideas, sus actores y los intereses que representan en la configuración de la educación universitaria nacional. Pero también muestra la coexistencia de un conjunto de tensiones en los ámbitos regionales y locales que iluminan la complejidad de un “sistema” de educación superior que, bien visto, es una colección de varios sistemas, instituciones y establecimientos crecidos a la sombra de contextos políticos, sociales y educativos específicos e irrepetibles.
La historia es más o menos conocida. En el contexto de la construcción del Estado de la Revolución Mexicana, el proyecto educativo del cardenismo que surge en los años treinta se orienta hacia la configuración de un sentido socialista a la educación pública mexicana. En las aguas turbulentas de los conflictos políticos de esa década, los actores de la educación universitaria se debatían entre dos grandes polos político-ideológicos: el proyecto cardenista de la educación pública y el proyecto autonomista-liberal universitario, proyectos que se debatieron con mucha fuerza en el Congreso de Universitarios Mexicanos de 1933. Ahí, Antonio Caso y Vicente Lombardo Toledano protagonizaron un debate que se convertiría en un auténtico clivaje ideológico y político-institucional entre las universidades mexicanas. De un lado, la creación de instituciones comprometidas con el proyecto de la revolución mexicana, asegurando legitimidad y lealtad a los gobiernos de la Revolución. Por el otro, la confirmación de la autonomía académica y la libertad de cátedra como principios de la relación de las universidades con el Estado. Como se sabe, la Universidad Nacional caminó por esta última trayectoria, junto con otras universidades públicas del país. En el otro extremo, universidades como la de Guadalajara, la Veracruzana o la de Michoacán, emprendieron el camino heterónomo, de compromiso con el proyecto revolucionario y nacionalista.
En Jalisco, el debate se extendió rápidamente entre la comunidad de profesores y estudiantes de la Universidad de Guadalajara, refundada unos años antes, en 1925. Esto polarizó a su comunidad, y llevó a una fractura en 1934, cuando un grupo de estudiantes y profesores que simpatizaban con el proyecto autonomista, decidió emprender una huelga que terminó en la parálisis de la universidad, la renuncia de su entonces Rector, y el cierre durante casi tres años de la vida institucional universitaria (1934-1937). Esto explica la salida de la U. de G. de un grupo encabezado por los entonces estudiantes Carlos Cuesta Gallardo, y los hermanos Angel y Antonio Leaño Álvarez del Castillo. Pertenecientes a familias aristocráticas de Guadalajara, los líderes estudiantiles, apoyados por la jerarquía católica local, algunos empresarios tapatíos y por influyentes periódicos de la época como “El Informador”, encabezaron el proyecto de creación de una universidad distinta a la U. de G., a la que consideraban irremediablemente capturada por los intereses comunistas que representaba el proyecto cardenista de la época. Bajo el clima del anticomunismo más feroz, los intereses católicos, empresariales y estudiantiles confluyeron en la creación de la Universidad Autónoma de Occidente, que fue el antecedente de la que a partir de 1935 se denominaría como la Universidad Autónoma de Guadalajara.
Desde ese momento, la educación superior jalisciense quedaría dominada por dos proyectos socioeducativos de pretensiones históricas: el socialista, representado por la U. de G. y el autonomista, representado por la UAG. Ambos proyectos no estaban solos, ni existían en el vacío. De un lado, el gobierno estatal, las fuerzas del naciente Partido Nacional Revolucionario (que luego sería el Partido de la Revolución Mexicana y luego el PRI), y la conformación de un frente estudiantil (el FESO, Frente de Estudiantes Socialistas de Occidente), antecedente de lo que luego sería la Federación de Estudiantes de Guadalajara, la FEG. Por el otro lado, la jerarquía católica, grupos empresariales prominentes, parte de las elites tapatías, y la creación de la Federación de Estudiantes de Jalisco (FEJ), una organización estudiantil cuyo emblema y símbolo sería un Tecolote, el búho mexicano, ave que simboliza la sabiduría pero también la alerta permanente para defenderse de sus depredadores y para cazar a sus presas.
A partir de ahí, se desarrolla una historia larga, accidentada, en ocasiones conflictiva y delirante, que se puede leer como una historia de violencia y política, de competencia y enfrentamiento, de búsqueda de legitimidad, de configuración de identidades institucionales contrastantes y paradójicas. Las leyendas negras de la U. de G. y la FEG, frente a las leyendas negras de la UAG y los Tecos, en el contexto del mundo bipolar izquierda/derecha que dominó las representaciones políticas durante casi 4 décadas en todo el mundo.
Hoy, la historia oficial de la UAG muestra una saga institucional sin contradicciones ni fisuras. Sin embargo, el distanciamiento con la jerarquía católica local desde mediados de los años 50 –que explica en parte la creación del ITESO en 1957-, la búsqueda del prestigio académico atrayendo estudiantes de medicina de los Estados Unidos o de Centroamérica, la simpatía de sus autoridades con los gobiernos dictatoriales de Pinochet en los años setenta, o de Somoza en los años ochenta, la expansión de la UAG como un corporativo que controla centros turísticos en Jalisco y otras entidades del occidente del país, sus negocios inmobiliarios en Guadalajara y en Colima, y hasta sus aventuras futboleras fallidas, forman parte de una historia de claroscuros y contradicciones que vale la pena ser reconstruida con cuidado y con paciencia. Una universidad que a los ochenta años se ampara en la frase de uno de sus fundadores que dice “México será en el futuro lo que sea su educación”, y que al mismo tiempo otorga una “Doctorado Honoris Causa” a los dueños de TV Azteca y de Cinépolis, es una institución que parece presa de sus intereses empresariales más pragmáticos que de sus ideas y proyectos, digamos, históricos.

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