Thursday, May 21, 2015

Tracker, de Mark Knopfler


Estación de paso
Tracker, o el delicado arte de navegar sobre témpanos de hielo
Adrián Acosta Silva
Señales de humo, Radio U. de G., 21 de mayo, 2015.
La experiencia de escuchar cualquier nuevo disco de Mark Knopfler puede ser representada como un paseo personal por las galerías de alguna vieja mina abandonada, llena de canciones, acordes y párrafos. El sonido suave, sobrio, de uno de los guitarristas de rock más reconocidos del género, resulta siempre una nueva excursión a una sonoridad delicada que va a contracorriente de las modas musicales y las convenciones sonoras que gobiernan los ruidos del momento. Tracker, su disco más reciente (Verve Records, 2015), no traiciona esa sensación de asombro, de cierto deslumbramiento melancólico al escuchar cada una de sus obras.
Hace tres años, lanzó Privateering, un disco dividido en 2 cds, un homenaje simbólico a los corsarios viejos y nuevos, marinos y urbanos que deambulan por todos lados, donde autos desvencijados y barcos de 8 velas atraviesan carreteras desoladas y mares embravecidos. Ahí, la magia de la guitarra del último de los grandes rockeros surgidos en el último tercio del siglo XX, aún capaz de tocar las cuerdas de una guitarra sin la ayuda de púas, elabora una cartografía básica de paisajes, personajes y momentos alimentados por las emociones que produce cierta nostalgia legítima.
Y ese de hecho es el tema central del nuevo disco de Knopfler. “El pasado te convierte en lo que eres”, confesó en una entrevista reciente publicada por el diario español El País en su versión electrónica fechada el pasado 8 de mayo. A sus 65 años, el escocés de profundos ojos azules y dedos encallecidos por las cuerdas de la guitarra, vuelve a mostrar sus virtudes estilísticas. Tracker es su décimo disco grabado como solista desde la desintegración de su mítico grupo Dire Straits en 1991. La fama y el escándalo de los años del éxito de los creadores de rolas incendiarias como Sultans of Swing, Money for Nothing, o Brothers in Arms, han cedido el paso a las formas pausadas, sobrias, de la música y las canciones del Knopfler solitario. Tracker es a la vez un trabajo de exploración, de búsqueda y hallazgos, el rastreo de las fuentes de invención de la memoria a través de 15 canciones representativas del mapa del mundo personal que ha elaborado el nacido en Glasgow en 1949.
Un poco de jazz y de blues, algo de folk inglés, ecos de gaitas escocesas; teclados, guitarras, cítaras, baterías, saxofón, bajo, trompeta, flautas, clarinetes; imágenes de poetas y oficios periodísticos, pueblos perdidos en la república de la infancia, personajes memorables que con sus palabras y canciones marcaron la imaginación y deslumbraron los ojos abiertos de un niño que bebía a grandes sorbos las palabras, los sonidos y relatos de sus mayores; los tragos, el humo, las bromas y las risas de un puñado de jóvenes londinenses que solían reunirse los sábados en la noche en algún lugar de la capital inglesa, abrumados por el peso de la fama, efímera y mortal, luego de un multitudinario concierto de rock; las postales de un estudiante universitario de letras inglesas escribiendo notas periodísticas para sobrevivir a un período de precariedad sin futuro; narraciones sobre la suerte de tener de huesos rotos que llaman la atención de mujeres guapas; el memorial sobre la generosidad vital, intelectual y emocional de una amiga fallecida; los recuerdos de giras setenteras con Bob Dylan y los rostros anónimos de las masas, los escenarios, las referencias a Cartagena, a una Esparta imaginaria, brillando bajo las luces de la vieja Taormina, una antigua ciudad griega situada en la isla de Sicilia.
Si, como afirmó alguna vez Borges, toda biblioteca es un universo, para Knopfler la memoria es un almacén amueblado únicamente por la experiencia y la imaginación, un resguardo seguro aunque impreciso, útil para enfrentar tiempos malditos. El escritor holandés Cees Noteboom, mientras escribía Noticias de Berlín -ese espléndido conjunto de relatos sobre Alemania antes y después de la caída del Muro-, sugirió la idea de que escribir un libro en tiempos turbulentos era arriesgarse a cavilar montado sobre un témpano de hielo. Knopfler parece haber hecho suya esa empresa en los últimos años con sus discos, sus propios témpanos. Y Tracker muestra lo que un músico es capaz de hacer con la mezcla adecuada de talento, experiencia, inspiración, trabajo y persistencia, las únicas luces disponibles para iluminar la travesía cotidiana sobre témpanos que flotan a la deriva, en las aguas revueltas de un presente tormentoso.

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