Thursday, July 02, 2015

La era de la distracción


Estación de paso
La era de la distracción
Adrián Acosta Silva
(Señales de humo, Radio U. de G., 2 de julio, 2015)

Uno de los fenómenos que se han asentado silenciosamente desde hace buen tiempo en las sociedades contemporáneas es el de la distracción, es decir, ese impulso ingobernable de los individuos para mantener la atención demasiado tiempo en las mismas cosas. Para algunos más que para otros, dependiendo de las circunstancias, los oficios o las necesidades, la distracción es un hábito, una práctica social extendida y arraigada. Y buena parte de las instituciones –desde los partidos políticos y las escuelas hasta las religiones- lidian con esa práctica mediante la inducción de la disciplina, el rigor, el castigo, empleados como recursos para intentar domar a la bestia insaciable de la distracción.
Por supuesto tener un ojo en el gato y otro en el garabato, como reza el dicho común, forma parte de la inteligencia humana, no de la estupidez, como suelen verlo los críticos de toda forma de distracción. Oscar Wilde, por ejemplo, afirmaba aquello de que “el principal encanto de los estados de ánimo es que no perduran”. El entusiasmo, la indiferencia, el interés, los deseos, son emociones que ocurren a veces y duran poco. Por ello, la distracción es un impulso libertario, la expresión de una forma de rebeldía a la sensación de aprisionamiento que implica la concentración, la obligación o el deber.
La distracción es como la verdad: parece tener alguna explicación, pero lo que no tiene es remedio, diría el Serrat de los años setenta. Sin embargo, el tema no es nuevo, ni reciente, y rebasa con mucho las fronteras de alguna institución o actividad específica. Más aún: es un asunto antiguo y moderno, recurrente y polémico. Algo tiene que ver con la soledad, con el hastío, con “el temor a enfrentarse a uno mismo”, como sugería en tono sombrío el viejo Nietzche en 1887. Y justamente ese tema es el objeto de una interesante reseña publicada recientemente en la revista The New Yorker, en su edición del 16 de junio, titulado “Una nueva teoría de la distracción”, escrito por uno de los editores de la revista, Joshua Rothman (http://www.newyorker.com/culture/cultural-comment/a-new-theory-of-distraction).
Hoy, sugiere Rothman, la distracción es un deporte (“una competencia”) universal, aunque conserva cierto “aire de misterio” para sus analistas e intérpretes. Y para explorar ese misterio, refiere algunas ideas extraídas de un texto reciente (2015) sobre el tema de la distracción: The World Beyond You Head: Becoming an Individual in an Age of Distraction, (“El mundo más allá de tu cabeza: el devenir del individuo en una era de distracción”) del filósofo estadounidense Matthew Crawford, un ensayo largo en que se propone una nueva mirada sobre el fenómeno de la distracción en la vida moderna.
El argumento central del libro es que el incremento de nuestra capacidad de distracción es el resultado de cambios tecnológicos que tienen sus raíces en los “compromisos ´culturales´ (spirituals, en inglés) de nuestra civilización”. ¿Qué significa eso? Que la idea de la autonomía individual como el centro de nuestras vidas, una autonomía en términos económicos, políticos y tecnológicos, se ha convertido desde hace tiempo en el valor central de la cultura occidental contemporánea. Y la autonomía tiene que ver con la libertad, con cierta “adicción a la liberación”, en donde la distracción es un elemento clave para enfrentar situaciones donde nos sentimos aprisionados, sea viendo una película, en una conversación, en un salón de clase o caminando por una calle de la ciudad.
“El imperativo cultural de ser autónomos”, dice Crawford, ”es más fuerte que nunca”. Y ese imperativo se despliega con fuerza en varias direcciones y contextos sociales. Las nuevas tecnologías de comunicación han incrementado la autonomía individual y con ello la capacidad de distracción de las personas, produciendo comportamientos complejos en los distintos espacios de interacción social como es, por ejemplo, el de la universidad.
Pero la distracción no es necesariamente una fuente de explicación de bajos aprendizajes, abandonos o fracasos escolares. De hecho, un individuo distraído puede coexistir con períodos (breves o prolongados) de alta concentración en asuntos específicos, y ello revela un incremento de la capacidad de interesarse en muchos asuntos a la vez, algo que se asocia inevitablemente a la expansión de la autonomía intelectual y emocional de los estudiantes. La hipótesis de que las nuevas tecnologías han disminuido la capacidad de concentración de los niños y los jóvenes se parece mucho a aquellas pseudo-teorías que asociaban la adicción a la televisión (“la caja idiota”) con la degradación cultural e intelectual de los jóvenes de los años sesenta y setenta.
De cualquier modo, flota la impresión en algunos ámbitos intelectuales, burocráticos y pedagógicos universitarios de que el tema de la distracción es el problema central de la educación y de la cultura contemporánea, un problema que hay que resolver con rigor y disciplina, para evitar prácticas ineficientes y costosas. La solución entonces es lograr que los individuos sean capaces de concentrar su atención en el desarrollo de habilidades específicas, capaces de llevarlos al éxito individual y profesional. Se despliega entonces una tensión inevitable entre una práctica (la distracción) y un valor (la atención); es decir, entre una práctica social enraizada al principio irrenunciable de la autonomía individual, y el valor de la atención, una flor exótica y delicada en la era de la distracción. Para las universidades, quizá más que para otras instituciones educativas, esta dialéctica entre la concentración y la distracción es un asunto central para comprender la formación de los hábitos intelectuales y académicos de los estudiantes, un proceso cercado por impulsos emocionales, prácticas pedagógicas, condiciones de trabajo y estudio, imaginarios colectivos y representaciones sociales, que configuran en su conjunto la compleja diversidad de las experiencias universitarias de millones de jóvenes.

No comments: