Friday, September 25, 2015

La política del miedo


Estación de paso

La política del miedo

Adrián Acosta Silva

Señales de humo, Radio U. de G., 24/09/2015

Las conocidas bravuconerías lanzadas desde hace tiempo por el multimillonario Donald Trump contra los inmigrantes latinos, en especial contra los mexicanos, no son solamente parte de un escándalo de ocasión, un espectáculo de coyuntura protagonizado por un individuo que abierta y rápidamente ha pasado del mundo de los negocios al mundo de la política electoral en los Estados Unidos. No son tampoco la expresión de una actitud basada en ciertas vertientes del racismo y del clasismo anidadas profundamente en algunas raíces de la cultura política norteamericana. El discurso discriminatorio que emplea desde hace meses el símbolo del capitalismo neoliberal más salvaje surgido desde finales de los años ochenta en las entrañas de Wall Street, es parte de las aguas profundas del principal mecanismo de ordenamiento político y social que nació junto con las formas institucionalizadas de la democracia liberal norteamericana: la política del miedo.

Que un millonario inculto, un analfabeta funcional, representante conspicuo de aquellos que Philip Roth ha llamado el ejército de “leprosos morales” que han tomado el poder económico y político en los Estados Unidos desde hace tiempo, ocupe por asalto a la política electoral, no es una sorpresa. Que un individuo deje por el momento de usar la máscara purificadora del empresario exitoso y arriesgado, el self-made-man como orgulloso representante del american way of life, para colocarse la máscara del político claridoso, dispuesto a soltar a los perros de la guerra del odio racial y la xenofobia en una coyuntura pre-electoral, tampoco es realmente nuevo. La novedad no estriba en el juego de espejos que se produce al mezclar el mundo de los negocios con el mundo de la política para alcanzar el poder. Quizá lo verdaderamente inquietante del fenómeno Trump es que marca con toda claridad el retorno de una vieja idea a las arenas públicas: el miedo político.

Esa idea está enraizada profundamente en el imaginario y en las prácticas políticas tanto de las democracias liberales y representativas, como de los regímenes políticos no democráticos como son las dictaduras, los autoritarismos, las teocracias o los sultanatos. La génesis del miedo como una poderosa idea política que cohesiona a un grupo, una comunidad o una clase social, tiene que ver con el temor hacia el desvanecimiento del orden, a las amenazas de la anarquía, a los reales o imaginarios efectos corrosivos que tienen ciertas ideas, grupos, razas o intereses económicos sobre el bienestar, la seguridad o los valores de las elites y de las sociedades que aquellas afirman representar como nadie más. La historia de esta representación política del miedo se remonta a la historia de las tribus y de las civilizaciones occidentales, desde los griegos hasta los teóricos de las democracias modernas. Como propone con elegancia intelectual y curiosidad histórica el politólogo norteamericano Corey Robin en “El miedo. Historia de una idea política” (FCE, México, 2009), el miedo forma la base, el pegamiento emotivo y racional de nuestra vida pública, el motor de la construcción de leyes, instituciones y políticas públicas.

Pero, como afirmaba el viejo Weber, las ideas siempre tienen consecuencias políticas. Y el miedo no escapa a esta aseveración. Bien visto, Trump y sus asesores explotan abiertamente esta veta oscura de la sociedad norteamericana como una fuente articuladora de simpatías electorales. Es el retorno a la atmósfera inquietante y perturbadora plasmada magistralmente en los años treinta del siglo pasado por John Steinbeck en Las uvas de la ira, y que actualizó y re-interpretó hace 20 años Bruce Springsteen escribiendo “El miedo es algo poderoso”, al referirse a la rápida expansión de los sentimientos anti-inmigrantes en los Estados Unidos en su disco The Ghost of Tom Joad (1995), en el que “Tom Joad” es el personaje principal de la novela de Steinbeck. Pero es también el tono de provocación política y moral que explica la reacción molesta de Neil Young cuando Trump anunció su interés por la nominación republicana utilizando su conocida canción “Rockin in a Free World” como himno de guerra de su campaña.

Ello no obstante, el valor simbólico del pasado y del presente no parece hacer mella en la rápida expansión del miedo como combustible político de la cruzada anti-inmigrante y anti-mexicana que simboliza Trump, apoyado entusiastamente por la ultraderecha política norteamericana del Tea Party y de los Minute Men que se protegen bajo el amplio paraguas republicano, pero que también encuentra simpatías en no pocos sectores del propio partido demócrata en el contexto de la administración del Presidente Obama.

Paradójicamente, las estructuras de la desigualdad social, los fantasmas del bajo crecimiento económico, el desempleo, los intentos del obamismo por domar a las bestias salvajes del neoliberalismo depredador a través del impulso a políticas sociales inclusivas y universalistas que protejan a sectores importantes de los inmigrantes mexicanos y latinos que hoy duermen a las sombras de la inseguridad e incertidumbre sobre el futuro, alimentan generosamente el discurso y las imágenes del miedo político que está detrás de la mercadotecnia electoral y el tono beligerante de un hombre de negocios que ve a la política como la extensión natural de sus habituales prácticas empresariales. Ese proceso de naturalización del miedo político está en el centro ideológico de la nueva ultra-derecha que emerge desde los sótanos de Wall Street para tratar de imponer una utopía anti-liberal, corporativa, racista y antimexicana, bajo el liderazgo de un comisario empresarial representado grotescamente por Donald Trump.

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