Wednesday, February 17, 2016

El diablo, según Pessoa


El diablo, según Pessoa

Adrián Acosta Silva

(Publicado en Nexos, versión digital, 17/02/2016)

Dios es una explicación banal para los misterios morales
Philiph Roth

Ahora que se respira el aroma a incienso y mirra que deja la visita papal a nuestro país, con todo y sus rituales mediáticos de adoración y espectáculo masivo, quizá sea oportuno voltear a ver a una de las figuras predilectas en que descansa el soborno a la felicidad y el cielo que ofrece el catolicismo a sus creyentes. Es una figura referida reiteradamente en su visita por el propio Papa para explicar todos los males del mundo: el diablo.

El diablo es una figura fascinante, entre otras cosas, por su “oscuridad visible”, como la definió el escritor portugués Fernando Pessoa. Como se sabe, el demonio es la representación del mal, de la incertidumbre, de la contradicción, pero también de la risa y la ironía. En la cultura judeocristiana, es el negativo absoluto, el creador de todas las desgracias y los errores humanos, el artista consumado del engaño y la traición, la fuerza que gobierna el escepticismo de la fe, el ángel caído que habita el fuego eterno del infierno. Como lo que no tiene nombre no existe, Demonio, Lucifer, Satán, Mefistófeles, Belcebú, son los nombres que se han dado al pobre, viejo y siempre maltratado diablo, y no pocos escritores clásicos y contemporáneos han utilizado su figura para convertirlo en un objeto literario, un pretexto para la imaginación, un desafío para repensar las contradicciones y los abismos de las creencias religiosas contemporáneas.

Mark Twain escribió un libro, publicado de manera póstuma, con el diablo como relator de las cosas humanas, titulado Los escritos irreverentes; Daniel Defoe (el autor de las Aventuras de Robinson Crusoe) escribió su magnífica Historia del Diablo para indagar y especular sobre su biografía; Ambrose Bierce escribió su clásico Diccionario del Diablo para ofrecer a los mortales un prontuario de definiciones básicas de las cosas desde la perspectiva del príncipe de la tinieblas; por supuesto, Dante Alighieri y su Divina Comedia, Shakespeare y su Macbeth, y Goethe y su Fausto, son las referencias obligadas en torno al mal y sus múltiples representaciones e influencias sobre el comportamiento y las pasiones humanas; ya entrado el siglo XX, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy publicaron su brillante Libro del cielo y del infierno, en el cual desfilan los dioses y los diablos de las distintas religiones.

Fernando Pessoa, el poeta y ensayista lusitano, también escribió uno de sus primeros relatos justamente sobre la figura del diablo, en un pequeño texto titulado La hora del diablo (publicado en español en 2003 por la editorial española Acantilado), del cual extraigo algunas de las frases y reflexiones que tienen lugar entre una mujer y el diablo, el cual habla siempre en primera persona:

-“La música, la luz de luna y los sueños son mis armas mágicas…Solamente los sueños son siempre lo que son. Es el lado de nosotros en el que nacemos y en el que siempre somos naturales y nuestros.

“-Shakespeare, a quién inspiré muchas veces, me hizo justicia: dijo que yo era un caballero.

-“Existo desde el principio del mundo y desde entonces, soy un ironista.

-“Corrompo, es cierto, porque hago imaginar.

-“Nunca tuve infancia, ni adolescencia, ni por tanto, llegué nunca a la edad viril. Soy el negativo absoluto, la encarnación de la nada.

-“Soy el olvido de todos los deberes, la incertidumbre de todas las intenciones.

-“Soy poeta por naturaleza, porque soy la verdad que habla mediante el engaño, y toda mi vida, al final, es un sistema especial de moral, velado con alegorías e ilustrado con símbolos.

-“Corrompo, pero ilumino.

-“Usted lo vuelve todo al revés”, le comenta la dama del relato de Pessoa. A lo que el diablo responde:

-“Es mi deber, señora. No soy, como dice Goethe, el espíritu que niega, sino el espíritu que contradice.

-“Soy el eterno Diferente, el eterno Aplazado, lo Superfluo del Abismo (…) Mi presencia en este universo es la de alguien que no ha sido invitado.

-”…la verdad es que no existo; ni yo ni nada. Todo este universo, y el resto de universos, con sus diversos creadores y sus diversos Satanes (más o menos perfectos e instruidos) son vacíos dentro del vacío, nadas que giran, como satélites, en la órbita inútil de ninguna cosa.

-“Me han insultado y calumniado desde el principio del mundo…Las iglesias me abominan. Los creyentes tiemblan al oír mi nombre. Pero, quieran o no, tengo un papel en el mundo(…) Soy el dios de la imaginación, perdido porque no creo (…) Soy el espíritu que crea sin crear, cuya voz es humo, y cuya alma es un error. (…) Mi luz flota sobre todo cuanto es fútil o ha terminado, fuego fatuo, márgenes de río, pantanos y sombras.

-“Como la noche es mi reino, el sueño es mi dominio. Lo que no tiene peso ni medida, eso es mío.”

Este perfil autobiográfico del diablo abre las compuertas de la imaginación poética y literaria. Son las claves interpretativas del papel del demonio en la vida mundana, la figura que ocupa el territorio fronterizo entre la realidad y los sueños. Satán como el gran provocador, el que desafía la solemnidad de dios y de los santos, el que provoca exorcismos de papas y curas y escandaliza a las monjas, el que alimenta los miedos por las pasiones, las contradicciones y las sinrazones humanas. En otras palabras, el diablo como el verdadero artífice del mundo, el combustible intelectual y moral de la razón moderna.


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