Monday, August 31, 2015

La invención de la ANUIES: Historia y política (2)


Estación de paso

La invención de la ANUIES: historia y política (2)

Adrián Acosta Silva

(Campus Milenio, 27/08/2015)

Durante los 18 años que van de 1982 al 2000, la ANUIES tuvo que adaptarse rápida y pragmáticamente a las nuevas reglas del juego político de las políticas públicas, determinadas por la idea de la “modernización” de la educación superior, una idea incubada en los años duros y largos de la crisis y el ajuste económico y conflictividad política de los regímenes de Miguel de La Madrid (1982-1988), de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), y de Ernesto Zedillo (1994-2000). Los tres últimos gobiernos del PRI en el siglo XX introdujeron una nueva racionalidad en las formas de intervención del Estado en las políticas públicas, basada en mecanismos de evaluación de la calidad ligados a fórmulas de financiamiento público diferencial, competitivo y condicionado. Es el ciclo de lo que aquí hemos denominado como el de la “gobernabilidad transicional”. Junto a su función de legitimidad político-corporativa del sector de la educación superior, la ANUIES mantendría sus funciones en la gestoría de las condiciones presupuestales de sus miembros. Desde el gobierno de Juan Casillas García de León (1985-1993) y de Carlos Pallán Figueroa (1993-1997), hasta la de Julio Rubio Oca (1997-2000), la ANUIES intenta afianzarse como interlocutora institucional del gobierno federal (en especial con el propio Presidente de la República, y con la SEP y la Secretaría de Hacienda), en un período de crisis económica pero también de expansión y masificación de la educación superior del país.

Para los inicios del nuevo siglo, las reformas económicas neoliberales y la democratización del régimen político marcaban el fin de una época. “El gobierno de los incentivos” comienza a dominar abrumadoramente la racionalidad de las intervenciones públicas en el campo de la educación superior, induciendo ciertas pautas en el comportamiento institucional de las universidades públicas (planeación “integral”, estímulos a profesores, formación de cuerpos académicos, rendición de cuentas), con el respaldo de la Asociación. Con el fenómeno de los “gobiernos divididos” y la alternancia política, nuevos actores –como la Cámara de Diputados- entrarían en escena en el ajedrez político nacional. En ese marco, la dirigencia de la ANUIES y de las propias instituciones que la conforman enfrentarían nuevas condiciones, restricciones y oportunidades para su desempeño. Además un nuevo entorno de masificación de la educación superior, con nuevos proveedores y actores públicos y privados, habían colocado al viejo núcleo cuasi monopólico de las universidades públicas en un contexto institucional heterogéneo y contradictorio, poblado por cientos de nuevas universidades e institutos tecnológicos de carácter público, y miles de nuevos y viejos establecimientos privados.

En este contexto, las habilidades políticas y de gestión de la ANUIES tendrían que adaptarse rápidamente a la música estruendosa de la alternancia en el poder federal. La llegada a la Presidencia de la República del representante de un partido político distinto al tradicional PRI (el PAN, con su candidato Vicente Fox), implicaba la posibilidad de un cambio en la orientación y organización de las políticas públicas hacia la educación superior. Sin embargo, ni el foxismo (2000-2006) ni el calderonismo (2006-2012), significaron un cambio ni en la orientación sustancial ni en el funcionamiento de los ejes y los programas creados durante la década anterior, heredados de la lógica modernizadora de las políticas de los gobiernos priistas precedentes. Dichas políticas, con todo y programas e instrumentos, se reafirmaron bajo el cielo azul del panismo (2000-2012), colocando como sus programas insignia los PIFI´s (Programas Integrales de Fortalecimiento Institucional), la continuidad del PROMEP (Programa de Mejoramiento del Personal Académico), y nuevos esquemas de rendición de cuentas y auditorías a las universidades.

En este ciclo, el giro de los viejos temas centrados en la gobernabilidad del sistema de educación superior fue desplazado por el énfasis en la gobernanza del sistema. En otras palabras, las preocupaciones por la legitimidad y la estabilidad de las IES fue subordinada por el interés en mejorar la eficiencia, la calidad y la eficacia del sistema. Con el retorno al poder del PRI en 2012, con Enrique Peña Nieto como Presidente, la larga transición del modelo centrado en la gobernabilidad corporativista hacia un modelo centrado en el gerenciamiento de las políticas, se confirmaba.

Durante la gestión de las Secretarías de Jorge Luis Ibarra (2001-2005) y de Rafael López Castañares (2005-2013), la Asociación ha mantenido su capacidad de representación institucional (hoy más de 180 IES conforman su membresía, contra las 26 que la formaron inicialmente en 1950), aunque su peso relativo en el conjunto de IES del país es minoritario, si consideramos que hoy se contabilizan casi 3000 establecimientos de enseñanza superior en todo el país. Asimismo, la propia ANUIES ha diversificado sus funciones y acciones institucionales, dando lugar a cierto proceso de burocratización institucional, pero también ampliando su oferta de publicaciones y de servicios de apoyo académico a las instituciones que forman su membresía.

Hoy, temas como el envejecimiento del personal académico y el problema “caliente” de la pensiones y jubilaciones, la contratación masiva de nuevos profesores e investigadores, o el incremento de la cobertura de la educación superior para incorporar a un porcentaje mayor de jóvenes que hoy no llegan a la universidad, son asuntos que aparecen a lado de las preocupaciones por construir una sustentabilidad financiera de las universidades públicas en el mediano y largo plazo, el aseguramiento de la calidad, o la innovación y la internacionalización de la educación superior mexicana. En esas circunstancias, la celebración de los 65 primeros años de la ANUIES es una fiesta que transcurre bajo el cielo nublado de la incertidumbre, y de frente a lo que se anticipa como un nuevo (otro más) escenario de crisis financiera y económica nacional para el futuro inmediato de la educación superior mexicana. Lo malo de las fiestas es que a veces no terminan como se desea, con excesos y pleitos que ensombrecen los motivos del festejo. Lo bueno de las festividades, sin embargo, es que también pueden ayudar a alimentar con imaginación y voluntad el diseño de un futuro más promisorio e interesante para los propios festejados y sus invitados.

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